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Viernes - 29.Marzo.2024

Estimado trabajador del saber

José Enebral Fernández
El autor dirige sus párrafos al perfil del "knowledge worker", al individuo que desea desarrollarse como profesional técnico en su campo elegido; un campo al que tal vez ha llegado por vocación, y al que quizá desea hacer sensibles aportaciones.

Me dirijo a ti, joven trabajador del conocimiento, aprendedor permanente, que elegiste aquella determinada opción universitaria o profesional por vocación, o la elegiste porque encajaba mejor en tu situación o tus propósitos. Conseguido el título, no deseabas ser empresario ni directivo, sino que deseabas ejercer tu profesión —ingeniero en determinado campo, arquitecto, informático, químico, periodista, fisioterapeuta, etcétera—, consciente de que el aprendizaje continuo iba con ella. Aspirabas a protagonizar tu desempeño laboral con responsabilidad dentro de una organización ad hoc, y a ti me dirijo para reflexionar juntos sobre algunas nuevas realidades.

Efectivamente, la economía del siglo XXI, en buena medida la que asociamos al conocimiento y la innovación, precisa personas expertas en los diferentes campos, dispuestas a hacer las cosas bien, y no menos leales a su profesión que a su empresa; personas que vinculen la calidad con la satisfacción de sus clientes, y no sólo con la necesidad de seguir procedimientos cuestionables; personas que cultiven el aprendizaje permanente motu proprio, y no sólo se apunten a la formación continua que se les propone.

Obviamente, después de formarte bien en la etapa curricular, necesitaste que una empresa te contratara. Debido a la gran cantidad de aspirantes a un empleo, las condiciones en que te incorporaste fueron seguramente modestas, si no algo frustrantes. Puede decirse, simplificando, que tuviste buena fortuna si llegaste a una gran empresa en tamaño y solidez, para desplegar tu perfil profesional; quizá la cosa resultó más desigual si te incorporaste a una empresa de tamaño reducido, tal vez con menos oportunidades de desarrollo profesional.

Voy a pensar, sí, que ya estás trabajando en un puesto adecuado, aunque sé que puedes estar todavía esperando un primer empleo, o un empleo más acorde con tu preparación. En este caso, confiemos en que lo encuentres y se corresponda plenamente con la profesión que elegiste; pero volvamos al caso de trabajador ejerciendo su profesión y tratando de aplicar lo mucho aprendido previamente. No lo sabes todo, por eso debes recordar que antes de sénior eres júnior, y que en esta fase puedes precisar un buen apoyo tutelar, paralelo a la formación institucional.

Parece lógico pensar que la empresa haya de enseñarte cómo se hacen las cosas allí, de modo que una formación sobre los procesos internos resultará natural, como también una formación más teórica sobre la actividad específica de la compañía. Este aprendizaje en los primeros años de trabajo puede resultar muy valioso, incluso pensando en cambiarse de empresa, y se suma a lo ya aprendido en la etapa curricular. Pero sigamos hablando de la formación continua, porque el tema invita a la reflexión.

En efecto, hoy la economía mueve a todos al aprendizaje permanente. Lo cierto es que los cursos que suelen orquestar las empresas, con docentes propios o externos, no suelen satisfacer de modo suficiente las expectativas de aprendizaje, aunque sí generar algunas otras consecuencias positivas. Si uno necesita aprender algo específico, con frecuencia ha de recurrir al autodidactismo y al denominado aprendizaje informal. De hecho, de un tiempo a esta parte se habla mucho del aprendizaje informal, el alcanzado como consecuencia de conversaciones improvisadas (o intencionadas) con quienes saben de esto o aquello, o simplemente mediante lecturas o escuchas casuales, sin olvidar Internet.

Tú eres ya seguramente consciente de que el trabajador del saber maneja información no sólo como herramienta, sino a menudo como materia prima en su trabajo. Aquí radica una habilidad fundamental de nuestro tiempo: la idónea traducción de la información precisa a conocimiento valioso y aplicable. Has de ser hábil en la búsqueda y acceso a la información, en la interpretación y evaluación, en el aprehendizaje, en la integración del conocimiento en tu acervo, y en su adecuada aplicación. No podemos precipitarnos en la asignación de significados a los significantes; hemos de hacerlo con esmero.

Las áreas de Recursos Humanos de las empresas de cierto tamaño suelen mostrar como logro anual el número de cursos orquestados (a menudo al margen de las evaluaciones de Kirkpatrick) y, en ocasiones, tienden sutil o abiertamente a apropiarse el mérito del conocimiento atesorado por trabajadores y directivos. No sorprende por ello que incluso estén surgiendo voces para formalizar o controlar el aprendizaje informal, de modo que las áreas de RRHH puedan atribuirse buena parte del mérito sobre lo aprendido por las personas. No cabe generalizar, pero sí he leído manifestaciones diversas en este sentido, por parte de algunos responsables de las áreas de RRHH de empresas. Creo que el aprendizaje informal ha de ser facilitado y aun catalizado por las empresas, pero no diría yo que “controlado”, como dicen algunos.

Te diría, estimado trabajador del saber, que debes aprovechar todas las oportunidades de aprender que se te ofrezcan, si se alinean con la profesionalidad, y que debes tratar de aplicar tus conocimientos en beneficio de los resultados: lo sabes sin que te lo digan; pero tengo que recordar aquí que no todas las empresas tienen la profesionalidad como valor principal, ni permiten aplicar a los trabajadores todo lo que saben. Hay empresas por las que vale la pena pasar, a causa de lo mucho que se aprende y aunque el sueldo sea discreto, pero hay también otras cuyo funcionamiento resulta poco ejemplar y que pueden viciar tu perfil.

Hay en verdad algunas empresas que no ponen el énfasis en hacer las cosas bien, sino, por ejemplo, en seguir procedimientos escritos y conseguir el sello de calidad; hay algunas empresas que no ponen el énfasis en satisfacer al cliente, sino en comprar su decisión mediante comisiones; hay algunas empresas que no ponen el énfasis en el aprovechamiento del capital humano, sino en la sumisión a las instrucciones del jefe. Hay empresas que viven su actividad con cierta vocación profesional, pero también otras cuya primera y casi única vocación es ganar dinero, el máximo y cuanto antes; hay empresas en que impera el aparentar sobre el ser, y a aparentar se dedican los ejecutivos; hay también algunas empresas en que la desconfianza es la norma y todos son sospechosos de algo.

Quiero decir que no todo lo que se aprende en las empresas es profesionalmente óptimo. Si en la tuya sí es así, enhorabuena; pero si no fuera así, no dejes de buscar una empresa en que encajen mejor tus principios, cuales fueren. Ciertamente, lo ideal es que te incorpores a una empresa acorde con tus principios y fortalezas, y en ella te desarrolles. Desde luego, en esta crisis y estas cotas de desempleo, uno tiene la prioridad de recibir la paga a fin de mes, cualquiera que sea la empresa que te la pague, y aunque se retrase en los pagos; pero yo quería decirte todo lo anterior.

Te decía que lo ideal es formar parte de una empresa en que tus fortalezas personales encajen bien. Si eres íntegro y la empresa se ha instalado en la corrupción, vas a pasarlo mal; tal mal como lo pasará una empresa en que impere la ética, con un trabajador que exhiba sensible grado de corrupción. Si a ti te gusta hacer las cosas bien y te obligan a prevaricar por mor de urgencias, prioridades o costumbres arraigadas, quizá hayas de suspender temporalmente tus principios hasta mejor ocasión; pero no renuncies a ellos.

Hay otra cosa de que deseo hablarte. Tal como puedes previsiblemente topar con jefes que te ayuden en tus dificultades y disculpen tus fallos, también puedes topar con un jefe o jefa que, incluso exhibiendo nimbo de líder, te explote al máximo y aun se atribuya, en su caso, algunos de tus méritos. Si recibes algo a cambio y te interesa, adelante; si no, tómate todas las reservas necesarias en la relación con aquél o aquélla. Obviamente, tú puedes pensar que el mérito de algún logro es tuyo, y estar equivocado; pero también puedes estar acertado, porque no falta quien alcanza buenos resultados “a pesar” de su jefe y no “a causa” de él. Una excepción esto último, pero muy triste para quien la padece.

Te digo lo anterior porque apareció años atrás (en empresas de cierto tamaño) la moda del “jefe-líder”, junto a algunas definiciones que hacen sospechar. Dicen algunos “expertos” nacionales que un jefe-líder es “aquel que sabe extraer lo mejor de sus colaboradores”, o “aquel que consigue que los colaboradores quieran hacer lo que han de hacer”. Esto suena muy bien a los supuestos líderes, pero temo que no suene tan bien a los supuestos seguidores. Resulta que si uno da lo mejor de sí mismo, eso será mérito de su jefe; y resulta asimismo que si uno quiere hacer lo que ha de hacer (motivación intrínseca quizá), eso también se podrá computar como mérito de su jefe-líder.

Yo, más alineado con la teoría Y que con la X (recordemos aquí a Douglas McGregor), lo veo de otro modo posible: si alguien no estuviera dando lo mejor de sí mismo, eso podría ser culpa del jefe; si alguien se resistiera a hacer lo que le dice su jefe, eso podría ser asimismo culpa de éste, quizá porque lo ordenado va en contra de los principios profesionales del trabajador. O sea, y aunque esto es mucho más complejo, todo depende de cómo se mire. Afortunadamente, gran parte de las relaciones jerárquicas resultan satisfactorias para ambas partes, sobre todo si hay respeto mutuo y el jefe no se empeña en ser un falso líder. Obedecer a ciegas al jefe no es profesionalidad, sino sumisión; sé sumiso si no hay otro remedio, pero entonces no te sientas todavía un profesional sino sólo un empleado.

La economía del saber viene a reconsiderar en verdad el statu quo, y ya no podemos aceptar de buen grado que el trabajador esté siempre aprendiendo, a la vez que deba subordinar sus conocimientos al criterio de un jefe que podría estar técnicamente menos actualizado (porque ha de dedicarse obviamente a la gestión). La relación jerárquica ha de ser menos vertical y más horizontal, por mucho que se siga hablando de empleados, seguidores, subordinados, recursos humanos, colaboradores, coachees, etc. Defiende a la empresa que te ha dado trabajo, pero valórala con cierta objetividad. Nadie es perfecto, y todos somos perfectibles, incluida tu empresa y tú mismo.

Las empresas más inteligentes —dicen numerosos expertos de todo el mundo— están más atentas al concepto de “capital humano” que al de “recursos humanos”, y, más allá de líderes y seguidores, distinguen entre profesionales de la gestión y profesionales técnicos en sus campos respectivos, una vez superada la etapa de júniores. Las empresas más reconocidas facilitan aquello tan dicho de que las decisiones se tomen en el nivel más bajo posible. No hablan de delegación sino de empowerment, ni hablan de calidad sin hacerlo a la vez de la satisfacción de los clientes.

Quiero decir que, si puedes evitarlo, no te instales en la primera empresa que te ha dado trabajo, salvo que objetivamente sea una buena empresa, con suficiente dosis de ética e inteligencia como organización. Creo que a nadie gusta mirar a su alrededor y que todo se esté haciendo de mala manera. Hay, sí, junto a empresas ejemplares, otras en que la desconfianza es la norma, como los malos modos, la mezquindad, o la distancia brutal entre lo que se es y lo que se desea parecer. Huye de éstas, que las demás son mayoría.

En las líneas y entre líneas habrás percibido el mensaje de que el área de RRHH desea apropiarse el mérito de lo que sabes, y el jefe, el mérito de lo que haces; incluso, si haces las cosas bien, puede que haya también un departamento de Calidad que se arrogue el mérito. Ya sé que no cabe generalizar al respecto, pero tampoco es una tontería lo que te digo, porque no todas las organizaciones funcionan con inteligencia y excelencia, respetando a las personas, ni todas se lo proponen. Observa a tu alrededor y aprende: aprende qué debe hacerse y qué no debe hacerse. No plantees conflictos en vano y aprende.

Si alguna vez te llega la tentación de pasarte a la gestión (que siempre parece estar mejor pagada aunque creo que no debería ser así), pásate si te apetece; pero entonces recuerda todavía más que un jefe no ha de alcanzar resultados colectivos, sino lograr que los colectivos alcancen sus resultados. Deja que, en cuanto estén preparados para ello, los trabajadores protagonicen su trabajo, como así su permanente aprendizaje. Todos podemos ser más efectivos y felices en el trabajo, y tú debes contribuir a ello. Me he permitido escribirte, joven trabajador del saber, porque no sólo me dirijo a ti, en realidad… Haya asentido o disentido el lector, le agradezco la atención dedicada.


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Autor: José Enebral Fernández
Enviado porJosé Enebral Fernández- 31/05/2010
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